Es curioso que, por mucho trabajo personal que realice, por mucho que siga los ejercicios de mis 3 psicólogas, por muchas lecturas que haga, me vuelvan de vez en cuando ramalazos antiguos. Ramalazos que creía olvidados o transformados pero que, levantado el polvo que los cubría, regresan para hacer acto de presencia, cual Sirio recurrente.
Hay gente que aún conserva y mantiene su cebolla emocional. Yo tuve que desmontar la mía por salud y prescripción médica. Algunas de las capas eran jodidas para mi y los que me rodean.
Así que, cuando hago daño a alguien, obviamente sin querer, la responsabilidad a veces aún se me vuelve culpa, y sin capas de cebolla, me alcanza de lleno. Y mis nuevas herramientas me permiten reconocerlo. Y me duele. Y, solo a veces, no logro gestionar ese dolor.
Afortunadamente siempre me alcanza también el viento del apoyo externo, desinteresado y maravilloso. Un abrazo, un chiste, un artículo de templos y estrellas...una sonrisa.
Y levanto la cabeza de nuevo, y mi alma se vacía de una música para albergar otra.
Gracias José, por estar y ser.
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